foto portada ©xisco fuster
Nos encanta sacar fotos
A todo quisqui nos gusta sacar fotos. A unos más, a otros menos, ok, pero todos sacamos fotos y todos creemos que somos geniales cuando sacamos la foto con el móvil a nuestro perro y amamos a nuestro perro y lo miramos y miramos la foto y todo se convierte en un estallido de concordia.
También al fotógrafo profesional le gusta sacar sus fotos 'especiales', esas que no están encargadas, se encaran con nuestro yo y nos ayudan a amarnos a nosotros mismos.
Hablemos del oficio de fotógrafo. No es difícil amar lo que haces si lo que haces es Fotografía, aunque el encargo suponga un lío tremendo que te complica la vida. Si al final hay fotos, tú eres feliz.
No existe el Cosmos sin el Caos.
Quiero decir, que si no te metes en jornadas de trabajo fotográfico más bien asquerosillas, no valoras los encargos en los que puedes volcar tu personalidad y obtener una gratificación impagable.
¿Por qué soy fotógrafo?
Voy a enumerar 10 motivos. Están relacionados entre sí, pero ya sabemos lo que nos encanta encontrar las razones agrupadas de diez en diez. Es como sacarle el jugo a una fruta y bebértelo. En diez tragos.
1. Primero
Porque trabajas por tu cuenta en vez de dedicarte a fichar a la misma hora cada día en un puesto de trabajo que se repite, siempre junto a las mismas personas, cada día los mismos diálogos, las mismas gestiones.
En el artículo Bella Arte. La Fotografía en el mundo te hablo de que los historiadores valoraban más el trabajo circunstancial del fotógrafo de principios del siglo XX, Alfonso Sánchez Portela, que sus reportajes encargados para la prensa. Con "circunstancial" me refiero a esas fotos extras que sacamos los fotógrafos muchas veces cuando nos encargan un reportaje. Vamos, hacemos el reportaje y después nos entretenemos con otros elementos que reflejan una realidad más cercana, más casual, menos encorsetada, más valorada.
El carácter del fotógrafo es bohemio, nómada.
Necesita que su mirada se regocije en la sorpresa para captarla y hacerla suya. Al fin y al cabo, un fotógrafo es un ladrón de instantes. Nos los quedamos enmarcaditos y no se nos escapan jamás.
2. Segundo
Porque conoces a un montón de gente.
Y además es un reto. Porque el fotógrafo debe ser invisible. Si te encuentras en un evento y quieres sacar fotos casuales y geniales, los fotografiados no deben verte, no deben notar que existes. Si se dan cuenta, posan. Y si posan, pierdes naturalidad.
Pero los encargos te llevan a un evento político o a un evento de moda, a una boda o a una casa de 5 millones euros, al estudio de una pintora, al desierto de la Tatacoa... Y en todos los sitios (no siempre das con gente abierta, claro) conoces a alguien que te aporta algo nuevo.
3. Tercero
Porque viajas de otra manera.
El fotógrafo es por naturaleza un ser que huye de las corrientes habituales. Es decir, cualquiera que se marche de vacaciones a la Riviera Maya, en México, se meterá en un hotel con todo incluido, se tirará una semana en la playa, comiendo, bebiendo y durmiendo. Como quien entra en un sueño y de pronto sueña el despertador y todo lo bueno se acaba.
Claro que un fotógrafo puede hacer lo mismo si necesita un descanso, pero si un fotógrafo organiza un viaje, seguramente será para descubrir nuevas luces, nuevas experiencias.
No es lo mismo viajar con cámara que sin ella.
Yo me marché a Colombia como primer país en mi vuelta al mundo haciendo fotos, para ir después a Perú, Ecuador, Argentina, Estados Unidos y después a Asia, África, de nuevo... Pues bien, me quedé en Colombia más tiempo del que pretendía al principio. Porque un país no se descubre en un mes.
He estado en más ciudades de Colombia que en mi propio país.
Porque lo ves todo con nuevos ojos. Ya sabes que, si estás en tu ciudad, no ves las maravillas que muestra, porque tus ojos se han aburrido de ellas y no las ves.
Cuando sales... Hay una cosa que me llama mucho la atención. En varias ocasiones, en Bogotá, me embargaba una de esas miradas que creemos que forma parte de otro momento de tu vida, un 'deja vu'. Recordaba perfectamente visiones de Tanzania, sus bosques desmelenados entre tierra roja. Creo que la única coincidencia era la misma intensidad de luz.
Aprendes a enlazar todas las luces del mundo para darle consistencia a tu manera de entender la vida.
4. Cuarto
Porque nunca dejas de aprender.
A menos que seas un ser aburrido que se enclaustre en lo mismo, el oficio de fotógrafo puede llevarte al mundo de la moda o al mundo del periodismo, al mundo de los viajes o al mundo de las personas cuando las retratas.
A veces me preguntan a qué hago fotos normalmente y yo me quedo mudo. ¿Esperas que te diga que estoy especializado en eso o lo otro?
La verdad es que si sientes la pasión por la fotografía, ella forma parte de ti.
Puedes meterte en fotografía arquitectónica, de retrato, de viajes, reproducir obras de arte... No quiero decir que sepas hacerlo todo sintiendo la fotografía como única arma, pero justo por sentirla, te las apañas para aprender el oficio en todas sus modalidades, y eso significa aprender constantemente.
5. Quinto
Porque te cambia como persona.
O te completa. Si eres una persona sensible, te dedicas a la Fotografía. Si aprendes a dominar la luz, a tocarla con tus manos, a entenderla en todas sus intensidades, en su manera de expresarse (en reflejos o atravesando cristales), tu gozo aumenta.
Después, no solo eres capaz de establecer similitudes de luz entre un país africano y otro americano, también puedes manejarla para que resbaje en rojo y carmín sobre un cristal.
6. Sexto
Porque tu trabajo es valorado por los demás.
No solo el trabajo profesional, sino también cuando los amigos ponen en su perfil de facebook o whatsapp una foto que les has hecho y la mantienen ahí durante meses y luego la quitan porque llevan demasiado tiempo y ponen otra pero no les gusta y vuelven a poner la que le hiciste.
Recuerdo que un año después de una exposición de fotos de indigentes (oh, qué típico) en la Cinemateka Distrital de Bogotá, un modelo me dijo que recordaba esas fotos. ¡Hasta me describió algunas!
Me halagó mucho saber que puedo dejar constancia de una imagen, de una sensación, en la memoria de las personas.
7. Séptimo
Porque difundes tu trabajo.
A mí me satisface cuando mis fotos aparecen publicadas en medios impresos. Es como si la foto pasara a una vida en el paraíso, repetida miles de veces para presentarse ante miles de ojos.
Es una vida temporal, todos lo sabemos. Los medios impresos tienen vida limitada: las revistas pasan a olvidarse en un rimero para desaparecer un día llevadas por fuertes brazos a un contenedor de reciclaje de papel.
La vida de las fotos hoy en día es como la de un relámpago. Es necesario mantener tu genio como fotógrafo al rojo vivo. Ya no te sirve una buena foto. Necesitas mil y una.
Hasta que llegas al arte, a imprimir una foto que enmarcars y alguien compra. Esas fotos se convierten en oro. No por su valor económico, sino por el teson que pone alguien en mantener la foto viva.
8. Octavo
Porque te encantan los juguetes que empleas.
Me refiero a la cámara, a los objetivos, trípodes, flashes, reflectores, filtros... A mí personalmente no me gustan los objetos. Solo quiero que me sirvan, que trabajen bien para mí. No me gustan las sofisticaciones. Son lo mismo que el ruido agitado y nervioso de una moto de gran cilindrada detenida en un semáforo: una bobada.
A los hombres nos suelen gustar especialmente. También a las mujeres. Recuerdo a una fotógrafa con quien fui a estrenar su nueva Nikon de más de 2000 euros. Su celo por su nueva cámara era el mismo que el de cualquier otra persona con un coche nuevo.
9. Noveno
Porque puedes ganar mucho dinero.
Pero no te engañes, eso de ganar mucho dinero sucede solo en contadas ocasiones. Si trabajas viajando y haciendo lo que te gusta, ya puedes darte por satisfecho.
Vas a tener que construir una carrera muy especializada y, al mismo tiempo, concentrarte en tu marca personal si solo te interesa el dinero. O tener suerte. Pero a veces, la suerte no es suficiente.
10. Décimo
Porque creas arte.
No nos sucede a todos, pero sí a la gran mayoría. Depende de tu inteligencia y de tu sensibilidad. Si ambas rezuman salvajemente, te entregarás a la investigación de la luz, a cómo se presenta una foto en diferentes soportes.
Cualquier idea artística formará parte de ti. Por ejemplo, uno de mis retos artísticos es "Las frondosidades y sus huesos".
Me refiero con ello a la búsqueda incesante de comunicar algo fotografiando ramas de árboles sin hojas o cargados de ellas. Cada vez que tengo la suerte o la intención directa de fotografiar árboles, pienso en la misma idea, los huesos que sustentan la belleza de las frondosidades. Y, con mi cámara, busco el efecto.
Esta búsqueda, y la búsqueda de otros retos artísticos, hace que mi vida sea muy diferente a aquellos que se ven obligados a ir al gimnasio para que sus músculos no se queden flácidos.
Tal y como apunta Bernard Plossu, el cuerpo del fotógrafo es una prolongacion de la cámara y debe estar en constante movimiento, revoloteando como una mosca alrededor del motivo que quiere fotografiar.
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