foto portada ©xiscofuster
Cuando apareció la Fotografía, el qué y el cómo andaban muy ligados, pero su valor se constituyó, sobre todo, en función de la verdad que retrataba. Se disparaba sobre cualquier asunto y eso era una verdad, la verdad del mundo, el documento que todos creerían entonces y creerán por el resto de los tiempos.
En 1958, André Villers, fotógrafo francés especializado en celebridades como Alexander Calder, Le Corbusier, Salvador Dalí, Joan Miró, Luis Buñuel, Federico Fellini..., fotografió a Pablo Picasso con sombrero vaquero y una pistola en la mano. La fotografía se creyó, se cree y se creerá a pies juntillas. Fue un momento real.
La modernidad pondrá en duda la veracidad de cualquier foto, por esta facilidad del retoque.
Pero, hemos entrado en un periodo donde la Fotografía se está liberando de sus cadenas, por mucho que algunos se empeñen en demostrar que la fotografía es esencial y única para demostrar una verdad.
No quiero entrar en ese eterno debate de la verdad y la mentira en las fotos. Todos sabemos que toda fotografía es una interpretación personal de la realidad, empezando por el encuadre, que recorta de una realidad el entorno que no ves.
No olvides que en su mayoría, las fotos documentales necesitan apoyarse en las muletas de la información añadida con palabras.
Si nos cuentan que en esta foto de arriba, Picasso sale con un sombrero y una pistola regalados por Gary Cooper de cuando este le enseñó a disparar en Estado Unidos o si se cuenta que el fotógrafo francés disparó la foto a Picasso en el sur de Francia, es algo que vas a tener que creer. esta información no aparece en la foto.
Hoy en día, la verdad de una fotografía se debate entre las garantías adicionales que puede rubricar un editor y la honestidad de los retoques.
Ante las críticas de los consumidores hacia la revista National Geographic, debido a ciertos retoques con mala fama en los últimos años, su editora Susan Goldberg emite una campaña continua sobre la necesidad del no retoque en las fotos que les llegan a redacción, incidiendo así en recobrar su fama como revista que fotografía la verdad.
La mejor manera de demostrar una verdad es enviar el RAW y sanseacabó.
Claro que el entorno que no se ve, porque se encuentra más allá del encuadre, puede no ser el insinuado, como la famosa foto de Kevin Carter en la que vemos a un niño negro muy delgado agachado frente a un buitre.
Todos sentimos lástima al ver la foto. Aunque sepamos que los buitres no atacan a las personas vivas, podemos deducir que el buitre espera la muerte del niño para comérselo. Sin embargo, más allá del encuadre están los padres del niño obteniendo alimentos de una ONG y el niño está defecando, según se ha certificado públicamente. La pulsera en su muñeca es de la ONU, certificando el control del niño como desnutrido.
La foto a Picasso, ¿seguro que no se disparó en Estados Unidos cuando el pintor visitó a Cooper? Es una duda razonable. Nos incita a pensar que quizá la foto no es tan real como parece. Atención, no hablamos de la verdad de lo que muestra la foto, sino la información asociada a ella.
Retoques honestos
Es muy común hablar de la honestidad de una fotografía a mis clientes cuando fotográfío sus casas. Si estoy encuadrando la piscina, con la casa al fondo, he colocado las hamacas, las sombrillas, he ido hasta la casa para abrir las persianas... y, cuando estoy a punto de disparar, veo una bolsa de plástico blanco enredada en el seto verde a un lado del encuadre, pues no, no me encamino hasta ahí para deshacerme de la bolsa. No. La quito con Photoshop.
Y si alguien me persigue después para decirme que no soy verídico, le diré que no soy verídico, ok, pero que soy honesto. La bolsa de plástico la quitará el servicio de limpieza y mi foto, de pronto, será verídica (divertido, ¿eh?). También he hecho "crecer el césped" si lo acaban de plantar y a los cuatro días la pradera estará verde refulgente. No voy a regresar a los cuatro días para sacar nuevas fotos.
Te pongo un ejemplo. La primera foto de aquí abajo es el RAW original. La de abajo está retocada.
Te enumero ahora los ajustes y retoques en esta foto para lograr destacar el centro de interés.
Yo he pretendido resaltar el borde de vidrio y las luces interiores de las teselas a diferentes profundidades tras él.
- se ha acentuado el reflejo del azul del cielo
- he reencuadrado a formato cuadrado, porque me sobraba el suelo
- se ha distorsionado la foto para llevar la parte superior a la horizontal y conducir la pata de la sombrilla (mancha negra superior) a la vertical
- he aclarado el punto de interés y su entorno para equilibrar las zonas claras compositivamente
- eliminados los granos de tierra del suelo para "anestesiar" su interés
- he limpiado imperfecciones puntuales en todo el encuadre
- aclarados las zonas sumergidas de la parte superior
- he eliminado la pata y su sombra (no la sombra de la sombrilla)
- ajuste de niveles
- he seleccionado la zona de interés para darle más contraste
- he ajustado el contraste de la luminosidad de la copia en blanco y negro para mejorar la luminosidad de amarillos y azules
- nuevo ajuste de niveles.
El valor de una fotografía no radica en su contenido, sino en cómo está hecha: cómo está encuadrada, cómo está iluminada, como se ha revelado y retocado.
Lo que sale en ella es importante, sí, pero si cinco personas fotografían un mismo objeto, ni una sola de las fotos será igual a la otra. O sea, que pretender que todos coincidan en sacar la misma fotografía es absurdo. Y mucho más si luego cada uno la revela a su manera.
La personalidad del fotógrafo se traslucirá en el encuadre y la iluminación, así como la interacción de ese objeto con el entorno encuadrado y los retoques posteriores.
Todo eso lo elige el fotógrafo.
Siempre lo ha hecho y siempre lo hará. Sin embargo, ahora posee el poder inmenso para variar luces y sombras no solo las que se toman en el disparo y se exageran o se aminoran, sino en recurrir puntualmente a zonas de la foto para que un brillo destaque o se apague, para que una sombra opaca se convierta en el secreto desvelado, para crear una sensación que puede ser verídica y hermosa.
¿De qué estoy hablando? Por ejemplo, el cielo. A veces he creído mentir cuando he cambiado el cielo salpicado de inarmoniosas nubes blancas por un azul inverosímil. Pero ese azul que reproduzco, a veces existe, tal cual, intenso.
Repasando algunas de mis fotos, me digo, uf, este cielo está muy azul, voy a corregirlo desde el RAW. Y veo que el cielo no ha sido corregido, que existe.
O sea, cuando retoco un cielo medio nublado para ponerlo limpio azul no me invento un cielo inverosímil, sino que es un cielo recordado que probablemente se repita mañana. A este respecto, recuerdo que el director de una escuela de Fotografía en Bogotá negó la veracidad de un cielo de los míos. Y no estaba retocado, ni tan solo saturado, ni tan solo disparada la foto con polarizador. Sucedía que ese cielo no era el mismo que el cielo visto a 2400 metros de altura en Bogotá. No era un cielo real porque la realidad de la ciudad no aceptaba ese cielo.
Puertas abiertas a la fotografía artística
Cuando cualquier fotógrafo se inicia con Photoshop, empieza a jugar con los filtros, las capas, las máscaras, los colores exagerados.
No pasa nada; es un primer paso para adentrarse en lo que más adelante le hará actuar con mayor precisión.
Quiero decir con ello que si un fotógrafo necesita más luz en una esquina, que si necesita que la temperatura de color varíe en una parte del encuadre, si necesita eliminar un objeto o un fondo, se la aplicará con talento, no con descaro.
El descaro también funciona en las obras de arte (o sobre todo en ellas). Véase el apropiacionismo de Andy Warhol y sus imágenes coloreadas. Bueno, no sé si su "arte" tiene que ver con el descubrimiento precoz de la manipulación digital que estaba a punto de entrar en nuestras vidas.
Como detector de talentos, es probable que la visión artística de Andy Warhol formara parte del movimiento general hacia el desbordamiento absoluto del arte contemporáneo.
En la actualidad, las directrices del arte contemporáneo niegan la emoción en el arte como asunto principal para cosificarnos con colorines. Pero entre este caos, existe un cosmos. No existe la verdad en la fotografía. Ya no. Queda claro que es fácil retocar lo que nos dé la gana. Que necesitamos garantías externas para saber que una foto refleja la verdad. Ok. Pero, ¿no es esta misma manipulación un arma exquisita para la creación de obras de arte?
Lo dicho: ya puedo jugar con el contraste máximo en una fotografía para demostrar (sobre todo a mí mismo) que soy capaz de retocar una foto más allá de la realidad. Pero ir más allá de la realidad puede significar que te vas al mundo de la mentira. O todo lo contrario.
Qué busco cuando hago una foto
Hace un momento estaba hojeando un libro con fotografías de Paul Outerbridge. La pésima impresión del libro, a cargo de una de las editoriales más importantes del mundo, me ha llevado a pensar que sus fotos son planas, aburridas, sosas, que sus bodegones no son armónicos, que sus desnudos muestran mujeres que no comunican nada, que huyen de la magia que esperamos cuando vemos las fotos de un fotógrafo consagrado. (Podemos hablar largamente de cómo fracasar como fotógrafo si no imprimes tus fotos como tú las sientes, pero esa es otra historia).
Las mujeres que muestra Outerbridge en las fotos de su libro, editado por Manfred Heiting, en general, no parecen bellas, tienen algo demasiado humano que no las hace especiales. La impresión ha aplanado esas imágenes y aquí es donde naufragan. Sin embargo, es curioso, el fotógrafo emite sentencias igual de desmerecedoras.
El desnudo debe ser relativamente impersonal, y un error fatal es hacer que un modelo establezca un contacto demasiado personal o íntimo con la persona que ve la imagen. Paul Outerbridge.
Aquí es justamente donde no estoy de acuerdo con él. Si hubiera existido la fotografía desde el principio de los tiempos y siempre hubiera habido un Outerbridge, probablemente, a nivel histórico, nos haría un favor.
Pero la fotografía artística debe ser pura conexión con el observador.
Necesitamos diferenciar la fotografía exacta y documental de la artística. Si creamos arte, trataremos de emocionar al que ve nuestra fotografía. El contacto debe ser total, como en esta foto del autor:
Trabajando en mis fotos para la inmobiliaria en que ficho todos los días, llega un momento en que me siento como una máquina. Los mismos ángulos, los mismos ajustes. En vez de tardar larga cantidad de minutos para revelar una foto, logro que la mecanicidad del revelado y los retoques básicos se automaticen, y en una larga cantidad de minutos me caben dos, tres, cuatro, cinco y hasta seis revelados.
Un día, al final de la jornada, noté que algunas casas te habían quedado maravillosas, aparentemente. Y otras no tan bien, aparentemente. Me pregunté cual era la diferencia, si mi aplicación personal de la técnica es la misma, casi idéntica en todas las fotos.
Pronto encontré la respuesta: hay casas que son feas.
Serán casas muy cómodas, muy amables, muy lo que tú quieras, como puede serlo una persona que fotografías, pero si esa casa, si esa persona no se presta a ser fotografiada, no vas a conseguir atraer la atención de los que después vean la fotografía. Puedes recurrir a una sesión diferente donde centrarte, solo, en detalles destacados, es decir, plasmar una verdad parcial (o sea, ya está mintiendo), pero tu modelo quedará perfecta.
Cambiar la realidad
Es cierto que a veces me han acusado de dejar demasiado bella, demasiado etérea, demasiado ensoñadora a una modelo que realmente no lo es.
Sin embargo, cuando fotografías a una persona, tienes a tu alcance una serie de elecciones que exagerarán o aminorarán los defectos o cualidades que tú consideres de una persona:
- la elección de un objetivo u otro te ahuevará o aplanará las facciones de la cara y del cuerpo,
- el valor ISO te permitirá cubrir con un velo de ruido electrónico impurezas en la piel que no te interesa reproducir abiertamente,
- el valor del diafragma centrará la atención del observador de la fotografía en unos detalles de la persona retratada u otros, los que tú eliges personalmente, subjetivamente, no objetivamente.
Cuando tomas una fotografía, de quien sea, de lo que sea, muestras tu visión personal de la persona o el objeto.
Si anulas tu subjetividad a la hora de sacar una foto, eres una máquina. Si, además, niegas la posibilidad de que el que observa tu fotografía sienta una emoción especial, si no le comunicas nada, tu foto será la negación de la esencia artística de la Fotografía.
Qué y cómo de una fotografía
En resumen, los habrá que afirmen que lo importante en una fotografía es lo que contiene, esa información limpia y esencial, sin más, la verdad. Es una opinión que me suena a acta notarial o un atestado de accidente donde se constatan unos hechos. Es el ejemplo que siempre ponía a mis alumnos de escritura literaria. Puedes escribir sobre la belleza y la fealdad que rodea un accidente o puedes enumerar una serie de hechos que harán que el lector bostece antes de haber llegado al final de la primera página.
Los habrá también más soñadores, que afirmen que cualquier manifestación fotográfica es un ejercicio artístico y cuanto más se retoca, se colorea, se contrasta y se aplican filtros, mejor.
Cuando una persona está enamorada de otra, esta se convierte en la persona más bella del mundo. No es real esa belleza, ok. Es una mentira para el resto del planeta. Pero hay personas que viven enamoradas toda su vida (pocas, sí, ya lo sabemos).
El caso es que tú, como fotógrafo, puedes hacer que el acto de amor, el acto comunicativo entre la persona que fotografías y el resto del mundo que verá la foto sea un acto de amor eterno.
Yo ando siempre rebuscando a mi alrededor para buscar la belleza cuando enciendo mi cámara. Busco lo que yo considero que es bello. Y cuando revelo la fotografía, trato de pulirla para que eso que vi sea lo más cercano a lo que quiero transmitir. A algunos les gustará, a otros no.
Pero jamás de los jamases haré lo que afirma Paul Outerbridge, es decir, buscar la impersonalidad y evitar el contacto personal e íntimo con el observador de mis fotografías.
Es imposible que con esta personalidad fotográfica seas indiferente al espectador.
Logrando unas fotografías hermosas, poniéndole sentimientos a cada una de ellas.