foto portada ©xiscofuster
Aquí te vas a sorprender con asuntos que probablemente desconoces de la luz. Ya sabes que una foto bien hecha no debe presentar zonas sobreexpuestas ni subexpuestas pero, además, necesitas ese toque que abre la boca de quien mira tu foto, le prende el cerebro y agita su materia emocional. Los secretos de la luz no es un artículo para aprender técnica (imprescindible) sino para comprender que se puede aprender a observar más allá de lo evidente.
Es decir, voy a hablar de...
la naturaleza luminosa del Sol,
la luz en las diferentes estaciones del año o cómo se manifiesta la luz cercana al ecuador terrestre, donde no existen las estaciones),
cómo penetra y cómo se estanca la luz en nuestras salas y habitaciones
hablaré de la luz uniforme (tibia) y de la luz dura (revolucionaria, salvaje),
también de cómo la cámara se despista registrando el color predominante (la temperatura de color),
y de la ausencia de la luz, de la magia del negro, del negro como fondo de la foto y del negro como protagonista.
Primero, dominar qué es la luz...
...después, jugar con ello para sorprender con nuestras fotografías.
Cuando uno lleva años fotografiando, llega un momento en que adquiere un saber del que cualquier otra persona corriente carece. Déjame demostrártelo con algunos secretos.
Por unos años residí en Bogotá, a 2400 metros de altura, una ciudad predominantemente oscura. Acostumbrado a la isla mediterránea donde nací, bañada de luz, cuando sacaba a mi cámara a pasear por las calles de Bogotá, disparaba, por inercia, con la sensibilidad en 100 ISO. Pero el tiempo de obturación siempre resultaba insuficiente para capturar quietos muchos objetos, así que me vi obligado a usar casi siempre, como mínimo, una sensibilidad 400 ISO.
La cualidad del sol es esencial para crear sombras naturales y, con ella, que los volúmenes de los edificios, de los árboles tomen fuerza. Así que, como la intensidad de la luz en esta ciudad, salvo que esporádicamente salga el sol, es muy baja, hacer fotos se convirtió en un reto.
Reconozco que aprendí a esperar la salida del sol para trabajar. Una luz difusa, como la de cualquier ciudad cubierta con una gruesa capa de nubes, aplana los objetos por la ausencia de sombras. Las sombras se alían con los objetos, se funden o simplemente desaparecen.
Con esta intensidad de la luz, menguada al máximo, el sensor de mi cámara me obligaba a pervertir la calidad de la imagen subiendo el ISO, a veces hasta niveles inaceptables, si buscas una precisa definición. Con esta intensidad de luz, envolvente, desaparecían los relieves de las fachadas, es decir, los trazos negros creados por las sombras se convertían un tímidas y lánguidas manchas grises.
Una buena fotografía depende de la calidad de la luz
Claro que puedes jugar con el ruido electrónico producido por los ISO altos, claro que también puedes enamorarte de la ausencia de sombras y conseguir una buena foto, pero si tu entorno es siempre el mismo, va a llegar un momento en que te cansas.
Primero, denosté esta luz bogotana. Después traté de comprenderla y hacerme a ella, enamorarme de lo sombrío en contra de mi memoria repleta de luz dorada.
Debo decir que también se planteaban momentos felices. A veces, antes de ponerse el sol en Bogotá, su luz directa se colaba bajo las nubes e iluminaba mediterráneamente los edificios. Si, además, llovía sobre la ciudad, los arcoíris acababan siendo de los más espectaculares que he visto jamás.
El otro día escuchaba a una persona opinar sobre otras personas que no compartían sus valores. Esta persona no reconocía las diferencias del mundo y, cómo los demás no hacían ni pensaban como ella, las vilipendiaba. Es decir, "si alguien no opina como yo es que está loca o es boba o es inculta". Terrible pensar así, ¿verdad? Pues una de las primeras cosas que aprendí al llegar a Colombia fue entender su luz, "en otro idioma", con otro gesto, con otro contenido, otra "identidad cultural".
Cuando arribé, había pretendido que todo se amoldara a la educación cultivada en mi isla. Y lo que no se acomodaba a ello lo despreciaba. Después de unas cuantas idas y venidas al país americano, me di cuenta de mi provincianismo.
El mundo está lleno de luces, y todas son bellas.
Ya he citado en más de una ocasión que el director de la ya desaparecida Escuela de Fotografía Labloom, en Bogotá, no se creía el azul intenso de los cielos mediterráneos de mis fotos. Y no le quito la razón. A veces necesitas ver algo con tus propios ojos para creerlo. Cuando, poco después, acudió a mi isla un cuarteto de viola de gamba alemán para un concierto al que tuve el placer de asistir, la presentadora del grupo dijo que, a pesar de ser alemanas (los alemanes son el principal mercado turístico en la isla) era la primera vez que venían a Mallorca y nunca habían visto un azul así en ninguna otra parte.
Quiero decir con todo ello que, si te cierras, vas en contra del progreso, de tu propio éxito.
El secreto no depende solo de la intensidad del azul del cielo. Si fuera así, sería muy fácil retocar el cielo de cualquier lugar con el revelado RAW: saturas los azules, corriges la tonalidad del azul y listos.
El secreto reside en los reflejos azules sobre las superficies reflectantes: suelos brillantes, lonas blancas de las sombrillas o los toldos, cristales de las ventanas... ¡azules por doquier mezclados en la totalidad de la imagen!
Los secretos de la luz en fotografía arquitectónica
No quiero dar un curso en este artículo sobre la fotografía arquitectónica, pero sí te voy a dar un apunte sobre la luz a este respecto.
Si fotografío un salón desde cuyo ventanal se ve el mar, por ejemplo, querré que mi fotografía saque perfectamente iluminado el interior del salón, sus lámparas, sus alfombras... y el mar en el exterior.
Nuestro ojo lo hace así, lo ve todo perfecto, el salón y el mar afuera y el cielo y el jardín, pero en Fotografía debes obtener varias exposiciones, al menos una con un tiempo de obturación corto para el exterior y otra con el tiempo más dilatado para el interior.
Las calidades de ambas luces son completamente opuestas y cada una necesita un registro, un disparo con mediciones diferentes.
En el interior, las luces son uniformes, envolventes. En el exterior, la luz del sol crea sombras duras. Cuando los juntamos, obtenemos un encuadre con un alto contraste.
Pero hay más cualidades diferentes entre el exterior y el interior.
En el interior, la intensidad de la luz es baja; en el exterior, todo lo contrario. Para solucionar esta distancia descomunal entre las calidades de la luz de ambos estadios, hay que trabajar, pero aquí está el mérito. ¿Qué hacer entonces?
Tomas una foto con la exposición correcta para el exterior y otra foto para el interior. Dos fotos, con el mismo encuadre (con trípode, claro). Las superpones en dos capas y recortas las ventanas de la sala en las que la exposición de las luces del exterior es perfecta para ver el mar o el bosque o la ciudad, en vez de un resplandor blanco tan habitual en fotografías tomadas sin acierto o con un móvil. Así de sencillo.
Claro que existen pequeños problemillas que enturbian la perfección de tu foto final.
Sucede que, muchas veces, si no te ayudas de un flash, puedes ver una rebaba de luz en los marcos de las ventanas que destroza la foto.
Puedes emplear el flash para igualar las intensidades de luz del exterior y el interior, pero... buf, no pretendo enseñarte en un párrafo a manejar la luz en estos casos, sino simplemente hablarte de la complejidad de la luz para captarla en una fotografía compleja como la arquitectónica.
También puedes emplear el automatismo HDR, con le que la camara saca diferentes exposiciones para después juntarlas automáticamente.
Yo prefiero hacerlo manualmente. Un amigo, hace muchos años, se lamentaba de la reciente aparición del ABS en los frenos de los automóviles, sistema que evita el bloqueo de las ruedas cuando pisas el pedal hasta el fondo para detener el coche en caso de emergencia. "Prefiero ser yo quien domine el freno", dijo. Así que yo, como él, prefiero meter mano y disparar una exposición perfecta para el exterior y otra exposición perfecta para el interior. Después, ajusto el ensamblaje de las dos fotos con recortes de selección.
Y es que los automatismos ayudan, pero muchas veces no los necesitamos.
Al principio de Photoshop, si hacías una selección de la imagen y cambiabas la intensidad de la luz o la saturación o lo que fuera, la diferencia entre una parte seleccionada y la otra era abrupta. Ahora, con la opción Selección-Modificar-Desvanecer, puedes hacer las selecciones y desvanecer el salto entre una selección y el resto para que el ensamblaje de las dos partes no se note.
Colores calientes y fríos
Siguiendo con el ejemplo de los interiores de las casas, cuando fotografío una habitación con baño, me gusta incluir en el mismo encuadre el baño y la habitación, para que el observador entienda que ambas estancias se encuentran en el mismo espacio.
Sucede que normalmente el baño se ilumina con luces naranjas, con una temperatura de color baja, y el dormitorio se deja seducir por la luz exterior, con una temperatura de color alta, es decir, azul.
La cámara, con la selección de la temperatura de color en automático, se despista. No sabe qué hacer.
En este caso, no te queda más remedio que emplear el sistema de selección para separar la zona fría (azul) de la zona cálida (naranja) y ajustar en automático, en revelado RAW cada una de las partes.
Lo mismo sucede con una puesta de sol, donde el sol se muestra regio, domina el cielo que lo circunda con ese tono dorado que tanto nos enamora. La cámara aminora el rojo porque interpreta que hay un exceso y lo compensa con un filtro azul.
¿Y qué nos queda? Una puesta de sol muy extraña, nada natural.
Podemos solucionarlo con la temperatura de color del revelado RAW, pero también, en el momento del disparo, podemos seleccionar en la cámara 6000 ºK (azul) para hacerle creer a la cámara que tenemos un exceso de azul en el ambiente y nos ofrezca, en compensación, un resultado cálido. Parece lioso, pero toma tu cámara, busca el selector manual de temperatura de color y dispara tres veces a un exterior: una con 2800 ºK, otro con 5500 ºK y otro con 9000 ºK.
La luz en el ecuador terrestre
Si te encuentras entre un trópico y un círculo polar, ya sabes que la luz del sol no es la misma en invierno y en verano.
Los días son más largos en verano, sí, pero también la posición del sol, más elevada, ofrece más posibilidades para obtener nuevas iluminaciones en los paisajes y en los edificios. La calidad de la luz es magnífica y su dirección más versátil.
En invierno, a mediodía, entre un trópico y un círculo polar, las sombras producidas por el sol son más largas. La calidad de la luz es inferior.
A las cuatro de la tarde, cuando nos encontramos cercanos al solsticio de invierno, al sol le quedan menos de dos horas de vida sobre la superficie y su luz es la misma que la luz de la de las 19,30 h cuando estamos cercanos al solsticio de verano. Es una obviedad, pero merece la pena mencionarlo, para que seas consciente de la calidad de la luz en las diferentes estaciones.
En el ecuador terrestre, el sol sale todos los días a la misma hora. Y se pone a la misma hora. Y a mediodía, se sitúa arriba, ofreciendo una luz cenital que a mí me enamoró la primera vez que la vi. Miraba distraídamente el caminar de las palomas sobre el empedrado de la plaza Simón Bolívar de Bogotá, a mediodía, cuando algo me llamó la atención:
¡las palomas no proyectaban sombras en el suelo!
Bueno, eso es lo que me pareció. Pronto observé que la sombra se ocultaba bajo la panza de las palomas. Claro, cualquier bogotano dirá que eso es normal, pero ya sabes, si te acostumbras a algo en tu tierra, lo das por hecho, y esperas que suceda igual en otras latitudes... pecas de provinciano. ¡Yo esperaba una sombra en un lado bajo cada paloma!
Para mí, que iba predicando en escuelas y universidades el uso de las sombras en los edificios para obtener volúmenes, para obtener una tridimensionalidad que nos ayude a comprender mejor el diseño los edificios, me resultó chocante. Fue divertido también observar edificios iluminados cenitalmente, algo inaudito si nos encontramos alejados del ecuador.
La ausencia de luz
Para hacer honor al título de esta sección y no quedar parco en materia, señalaré que, con poca luz no puedes sacar una foto de calidad. Sí, claro, puedes hacer arte con la oscuridad, pero esa es otra cuestión.
Si tu sensor no encuentra suficiente materia para construir una imagen, la materia no es sólida y no se construye una imagen.
Puedes incluso disparar con un ISO intergaláctico, ya sabes, de 12800 o 25600, pero si la luz no se refleja en un objeto, la calidad visual de ese objeto va a ser torpe, muy torpe, quizá nula.
¿No te suscitan ganas de experimentar fotografiando objetos negros?
Imagina una esfera negra sobre un fondo negro. La iluminación va a tener que ser dura (o quizá no). Una iluminación dura y puntual, no uniforme... Con tanto negro, si usas una luz uniforme, te va a salir una pasta gris informe. La iluminación dura y puntual puedes conseguirla con un flash con spot o con un simple tubo que concentre la luz sobre el perfil de la esfera, o sobre el centro de la esfera...
Con una esfera negra sobre un fondo negro vas a tener que ser muy preciso para que la materia negra de la esfera no se convierta en un círculo negro. Es decir, necesitarás que el observador comprenda el volumen. Necesitarás además que no se confunda con el fondo. Deberás ccrear los reflejos sobre la esfera. ¿Vas a emplear una caja de luz para crear una luz uniforme o emplearás un destello abrupto que veremos reflejado delatando así tu manera de hacer las cosas?
La experimentación consiste en probar todas las posibilidades.
Y tomar nota de lo que sucede. En este camino, aprendes.
Recomendados:
Dead man y el maestro de la luz
Puedes echar un vistazo a mi pagina profesional Xisco Fuster, fotógrafo para ver algunos ejemplos de fotografía arquitectónica.
Tus comentarios…