foto portada ©xisco fuster
En El oficio de ser fotógrafo en el siglo XXI, hablaba de la recompensa de ejercer una profesión relacionada con el arte. Una profesión donde juegas con lo que ves, donde juegas con la luz, es casi un juego de hadas y seres encantados divagando en el bosque mágico de una obra de Shakespeare.
También apuntaba en el artículo asuntos que no son tan brillantes como parecen, sino más bien lo contrario. Hablemos ahora de las oscuridades del oficio, desde las negruras materiales a las tinieblas sublimes.
1. La inversión inicial
Es cierto que en la era analógica las cosas eran más difíciles. Debías invertir en una cámara, en objetivos, en accesorios, en un equipo de iluminación, de la misma manera que ahora, pero, además, cada disparo que hacías tenía un precio económico.
Recuerdo cuando aprendía fotografía que ahorraba disparos, porque la película, a pesar de comprarla en rollos y meterla yo en los carretes, resultaba cara. El revelado resultaba caro. Y las ampliaciones, las profesionales, bueno, como ahora, también caras.
Ahora, necesitas una cámara digital con gran resolución, con un sensor de al menos 20 megas. Si empiezas, puedes ir comprando una DSRL (Digital Single Lens Reflex) mediana. Pronto te darás cuenta, si eres un fotógrafo exigente, que necesitarás cambiar el objetivo que te colocan con el kit. Te venden objetivos funcionales, pero no son más que eso, prácticos. No ofrecen calidad.
De hecho, las cámaras más sofisticadas se venden sin objetivos.
Los buenos objetivos son caros. Muy caros.
Tanto o más caros que las cámaras más avanzadas. En general, compras una DSRL mediana, con un objetivo de kit, mediocre, y lo primero que debes hacer es invertir en objetivos. No en una nueva cámara.
Una cámara bien, para empezar, puede costarte menos de 1000 euros, con el objetivo funcional, básico. Si puedes, empieza con una cámara que cueste entre 1000 y 1500 euros. Hablo de precios medios en comercios. Según donde busques, en internet puedes dar con la misma cámara a mitad de precio (cuidado, cerciórate bien de que no te están estafando).
El rango de distancias focales de tus objetivos debe ir entre los 14mm y los 200 mm (si puedes, 500 mm). Si te haces con tres zooms f2.8, es decir, objetivos luminosos, con lentes nítidas, tu inversión se disparará:
- un 14-24 mm f2.8 cuesta alrededor de 1700 euros.
- un 24-70 mm f2.8 te saldrá por unos 1700 euros
- un 70-200 mm f2.8 cuesta alrededor de 1800 euros
Total, para un equipo básico y digno, debes invertir unos 6.200 euros.
¡Hala, qué dices, no hace falta tanto dinero para empezar!, te lamentarás. Hombre, si quieres empezar para ver qué pasa, pues no inviertas. Con menos de 1000 euros, tendrás una cámara con su objetivo zoom de distancia focal media y hasta un flash portátil.
Es como empezar con las manos atadas. Pero eso puede ser bueno si de verdad sientes que la Fotografía ayuda a tu sangre a circular mejor en tus venas.
La ilusión de creerte fotógrafo la tendrás cubierta, pero cuando quieras comprobar que estás al nivel de los buenos, verás que no es así, por mucho que tus amigos digan que les encantan tus fotos. Ok, no es imprescindible gastarse un dineral al principio, pero debes ir ahorrando para alcanzar la dignidad de tu equipo.
Hablamos del oficio de fotógrafo, no de la ilusión de creer que lo eres.
Existe otro "¡Hala!" más duro. El cambio de hábitos en el mercado. Es decir, las cámaras sin espejo.
Si empiezas en fotografía y te decides por el futuro ahora mismo vas a necesitar unos miles de euros para poder sacar algunas fotos; así que, o tienes un buen fajo de billetes preparados para hacerte con el equipo completo o empiezas con las DSRL y luego cambias. Siempre habrá algún principiante que estará encantado de comprarte el equipo DSRL cuando tú asciendas.
2. Buscar clientes
Es de dominio común que cualquiera puede hacer fotografías. Ya hemos citado en otras ocasiones a Cartier-Bresson cuando dijo que cualquiera (en la era analógica) podía sacar 10 fotos geniales en su vida y que ahora, en el mundo digital, cualquiera puede sacar al menos un centenar de fotos geniales.
El cliente se confunde. No valora el trabajo ni la inversión.
Tampoco saben valorar su propio trabajo los que empiezan en el oficio de la Fotografía.
Si cobras 50 euros por un trabajo cualquiera, creyendo que eso es beneficio puro, es que no has calculado bien. Para empezar, debes amortizar los 6.200 euros que te has gastado en tu equipo. La gasolina para llegar al lugar; cualquier desplazamiento debe pagarse a 35 euros. El tiempo que le dedicas, antes del acto de fotografiar, durante y después, en postproducción. Como mínimo, debes cobrar otros 35 euros la hora.
Así, para un trabajo de retrato en el parque de El Retiro, en Madrid, por ejemplo, debes cobrar, como mínimo:
- la hora que le has dedicado a preparar los retratos, a conocer a los que vas a fotografiar, a ver fotos previas, a estudiar la luz que habrá en el parque.
- las dos horas que has empleado para sacar las fotos.
- una hora más, como mínimo para el revelado digital de las fotos.
Suman 4 horas: 140 euros.
Y vas a trabajar solo, sin asistente que te aguante un segundo flash o un reflector.
Insisto, es un precio mínimo. Si cobras 50 euros por un trabajo así, el cliente estará muy satisfecho, porque, según él, "caramba, todo el mundo saca fotos, 50 euros está muy bien pagado". Pero tú no vas a lenvantar cabeza.
Si tú no te valoras, el resto del mundo tampoco lo hará. Queda muy mona esta frase, pero es muy seria. Vuelve a leerla y créetela.
Si tú no te valoras, el resto del mundo tampoco lo hará.
3. El menosprecio a la Fotografía
Bueno, parece exagerado este título; todos amamos la Fotografía, nos encanta sacar fotos y cuando salimos al amanecer a nuestro balcón y nos sorprende la hora dorada, cogemos el móvil y disparamos a esa sensación maravillosa que sentimos y se lo enviamos a los seres más queridos que suman a la imagen la sensación de sentirse a tu lado y, buf, todo es un estallido de belleza y amistad.
Pero si miras la foto al cabo de dos meses, la tiras porque no te dice nada.
O sea, por un lado, amamos la Fotografía como ente actual que corre veloz como la epilepsia inherente a la era tecnológica, y por otro lado la menospreciamos. ¿Por qué?
Porque en general la gente no sabe qué es una buena fotografía. Del mismo modo que alguien ve una pintura de Joan Miró y dice que eso lo pinta su hijo. Si a esta incultura generalizada, sumamos que, dada la profusión millonaria de disparos durante el día, más de una foto sale espléndida, la perversión del concepto de arte para la Fotografía es difícil de defender.
Pero no imposible, claro.
Mi criterio para saber si una foto es buena es:
- primero una foto debe gustarte en una pantalla y debe gustarte impresa,
- segundo, te seguirá gustando al cabo de dos meses y al cabo de un año,
- tercero, la pondrías en una de las paredes de tu casa, porque sabes que sentirás algo cada vez que la veas. Hablamos, claro, de una foto sin un motivo personal, como un padre fallecido o un novio que añoras porque...
4. Falta de trabajo en equipo
Me refiero al respeto entre profesionales. En este mundo de piratas en el que cualquiera con una cámara se cree fotógrafo, es necesario armarse hasta los dientes, con tal de que el mundo sepa que eres alguien valioso en tu oficio. Se debe poner en su sitio a los principiantes sin humildad.
La competencia profesional es también inmensa, sobre todo en grandes ciudades. Por un lado está bien, porque te estimula a que crezcas al mismo nivel que tus semejantes.
Si tu competencia es feroz y posee un alto nivel, lograrás ascender en tu valía profesional.
Si, por el contrario, te quedas en una ciudad pequeña en la que solo debes superar el trabajo de una competencia escasa o nula, no crecerás lo suficiente.
Ah, todo dolor tiene su parte buena.
Ahora ponte en el lugar de un fotógrafo que lucha para hacerse un lugar en el mercado de la fotografía de bodas, por ejemplo. Si compite con una veintena de fotógrafos que se están al mismo nivel que él, no va a tener más remedio que emplear esas tácticas encarnizadas que ignoran o menosprecian el trabajo del colega. "Yo se lo haré mejor" es el argumento principal de cualquier fotógrafoa nte un posible cliente. Y le explicas lo que tú haces que el otro no hace. O sea, lucha encarnizada.
A nivel artístico, ni te cuento hasta qué punto se infla esta sensación de desasosiego. Pero hablar de fotografía artística no nos ocupa ahora. Por un lado, es un asunto-sueño, por otro lado, se puede conseguir, pero buf, si Van Gogh no vio un céntimo en su vida, imagina las posibilidades que tienes para sufrir el mismo desasosiego. Puedes leer sobre esto y Hegel y una manera de vivir diferente a la de los borregos en La firma de tus fotos.
5. Hablando de arte
Recuerdo la pregunta de un jovencito en bañador junto al mar mallorquín, hace un par de años: ¿Qué hacéis, una película porno?
Sí, el arte no es para gente sin recursos. No solo porque no puede pagarlo, sino porque no sabe disfrutarlo.
El arte no se entiende por falta de cultura o por falta de medios para subsistir.
En la playa, estábamos en plena sesión de desnudo artístico. No había sexo en ningún lado. Una modelo desnuda, sí, pero sexo, no. Es divertido oír a los puritanos criticando un desnudo como el de Adán y Eva de Durero, por ejemplo. ¿Qué criticas si ahí no hay sexo? El sexo se les desborda en la imaginación de los puritanos debido a la represión que se auto infligen. Y ahora nos hemos metido en un lío, porque el sexo tampoco debería coartarse en arte, pero bueno, entiende tú hasta donde permita tu intelecto.
Una peli porno es algo tremendamente básico, muy alejado del arte.
El arte demuestra que hay dos mundos (hay muchos más, pero vamos a quedarnos con dos):
- los que entienden el arte
- y los que no lo entienden.
La diferencia frente a un cuadro de Joan Miró es que uno sin educación artística solo ve manchas de colores y otro entregado al mundo de las sensaciones y símbolos y el trabajo bien hecho penetra en mundos donde la sutileza por la existencia se viste con aromas capaces de embriagarle.
Lo mismo pasa con la Fotografía. No voy a ser pesimista. Es cierto que la mayoría de las personas solo saben ver una imagen, sobre todo personal. En general, la Fotografía es menospreciada.
Abrí una galería de fotografía en Madrid hace un par de años. Mi vecino vendía óleos. Algunas personas entraban en mi galería interesadas en lo que veían. Bueno, señor, no es un cuadro, es una foto, les aclaraba yo. Y muchos daban la vuelta. Los que se quedaban y preguntaban el precio, menor que cualquier óleo, explicaban que una pintura sí puede valer un gran precio pero no una foto.
Otro día se presentó una anciana pudiente y me dijo que necesitaba decorar su sótano, que por eso buscaba fotos; un cuadro no, porque es demasiado valioso.
Los fotógrafos que venden arte en España son héroes.
Se arman con arte conceptual y otras estrategias, a veces miserables, pero, sinceramente, son los abanderados que defienden nuestra existencia, así que, un respeto.
Si quieres vender fotografía artística, no te quedes en mercados donde no se valora (y no hablo de desmarcarte del tiempo en el que existimos, ojalá fuera posible). Hay mercados en el mundo que no solo valoran el trabajo fotográfico, sino que además pagan por él un justo precio. Alcanzar esos mercados no consiste en cambiar la geografía de tus huesos. Necesitas hacerte un hueco entre otros muchos que saben mucho muchísimo de Fotografía.
Pero ya sabes, eso es un reto, no un obstáculo.
Tal como he defendido en varias ocasiones, mal que quede políticamente incorrecto, el arte no es para los pobres, porque los menesterosos piensan en cómo saciar su hambre. El arte es para los ricos. Ricos no tanto en dinero, sino, sobre todo, en tiempo.
6. Cultura, en general
Los tiempos cambian, los periódicos casi ni se imprimen, muchos locales de calles antes carísimas ahora están vacíos, cerrados, la televisión se hace a la carta, la narrativa pasa de las novelas a los blogs, los bancos cierran sus oficinas, el contacto entre las personas se desmaterializa y las relaciones virtuales entre personas hacen que en este mundo el libertinaje asfixie la libertad. (Libertinaje: hacer lo que te dé la gana. Libertad: equilibrar tus deberes y tus derechos).
Ante esta cultura decrépita de crisis económica y cultural frente a los cambios de la revolución tecnológica, ¿cuál es el lugar de la Fotografía?
Cuando en una entrevista a Iñaki Gabilondo le pregunté hacia donde van los medios, me contestó: "El que lo sepa, se hará millonario".
¡Venga, ya!, pensé yo. Si eres un veterano que trabaja en el principal medio del país; ¿cómo no vas a saberlo?, me pregunté incrédulo.
Después de cavilar unos días, entendí su respuesta. Vivimos un cambio radical. Es como empezar... no de nuevo algo que ya sabes, sino empezar algo nuevo en su totalidad. Hay que ir probando, ensayo y error, y aprender a ver qué demanda la sociedad. La experiencia humana no puede recurrir a ningún pasado similar al presente que vivimos.
Con la Fotografía pasa algo parecido. Muta la existencia con una revolución tan poderosa como la industrial del XX. Los fotógrafos necesitamos, no solo adaptarnos a los tiempos modernos con la tecnología digital, sino, sobre todo, hallar nichos de mercado, profesional o artístico, donde podamos seguir escanciando la luz sublime que nos llevará a ser los abanderados de una profesión de élite.
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