De alguna manera, esta es la historia de mi evolución como fotógrafo. Las cámaras han sido importantísimas a la hora de diseñar mi experiencia. No me arrepiento de ninguna.
La primera fue muy básica. La tienes en la foto de portada: Tiempo de exposición muy corto: 1/500 seg, enfoque manual, y una lente de gran calidad. Una máquina manual casi al 100%. Luego fui subiendo peldaños. Te los cuento más abajo, para que conozcas un poco más el mundo de la fotografía, desde tu nacimiento hasta la actualidad. Es la historia de mi vida, pero también de la tuya.
En la actualidad, el progreso en el mundo de las cámaras fotográficas es de una eficiencia tremenda. Puedes empezar con una cámara de las que llaman semi profesionales, como una réflex de 24 megas en el sensor, y ya estás a escasos pasos de llegar a la cima. Pero claro, todo tiene sus cosillas.
Zenit, la primera
Es difícil olvidar tu primer beso, la noche exacta en que hiciste el amor por primera vez, la cara de tu primer amante, su sonrisa.
Mi primera cámara (no cuento esa cámara que le arrebaté a mi madre para sacar la foto de portada) fue un cacharro encantador, una Zenit. Cuando pienso en ella, asoma a mi memoria, sobre todo, el olor a piel de cabra de su funda. En realidad, no sé si era piel de cabra, pero su olor era tan intenso, que el recuerdo permanece con una intensidad presente.
Serían los años 80 y la fotografía digital no existía ni se adivinaba. Todas las fotos se registraban en negativos o diapositivas, con el principio activo de la plata. La plata se ennegrecía con la luz y por eso los negativos se llamaban así, porque las partes más iluminadas quedaban oscuras. Después se repetía el proceso con el negativo proyectado sobre un papel también con partículas de plata y... Ya sabes, el negativo del negativo, te da positivo.
Recuerdo que había empresas que se dedicaban a recoger los líquidos con los que las casas de revelado habían tratado los negativos, para extraer de ahí la plata.
Mi cámara Zenit no disponía de automatismo alguno.
O sea, que eso de tomar tu cámara digital, poner el dial en la señal verde y disparar a tu aire para ver que la mayoría de tus fotos han quedado fantásticas no formaba parte del imaginario del que diseñó esa cámara encantadora.
El diafragma lo movías con una anilla en el objetivo. Y el tiempo de obturación, moviendo una rueda sobre la cámara, incomodísima, lo mismo que el ISO.
Para ajustar cada foto que disparaba, debía estudiar el fotómetro a través del visor óptico. Si no recuerdo mal, era una aguja que subía y bajaba dependiendo de si la película iba a quedar sobreexpuesta o subexpuesta. Si la aguja se colocaba en una marca en el centro, la medición estaba bien calculada para obtener una exposición correcta.
Debías estar muy al tanto, porque si no despegabas el ojo del visor, mover la rueda para cambiar el tiempo de exposición, sin ver el valor que ordenabas, podía desembocar en una elección que se cargaba la foto.
Sin darte cuenta, podías situar el disparo en 1/30 seg, y la foto te quedaba movida.
Tú dirás, bueno, pues lo miras en el visor y lo cambias. Qué gracia, ¿eh? Antes no solo no existía el visor instantáneo, sino que además debías esperar a revelar el carrete entero para ver qué te había salido. No se permitían errores.
Bien sabes, o puedes imaginar, que si ponías un carrete y no lo enganchabas bien para que fuera corriendo con cada foto, no quedaba registrada ni una. Podía pasar también que hubieras disparado una acción con mucho movimiento con un tiempo de obturación normal. Entonces, claro, si lo que fotografías se mueve mucho, no puedes fiarte de disparar a 1/60 seg, como haces con las cosas que no se mueven, porque te van a quedar movidísimas en la foto.
Debías saber mucho de fotografía, tenerlo todo en cuenta y no tenías opción para equivocarte, ni un poquito.
Enfoque manual, siempre
Sinceramente, con las cámaras actuales, si coloco enfoque manual en el objetivo, a mí me resulta casi imposible acertar con un enfoque preciso al 100%.
En la Zenit debía hacerlo manualmente. Pero las viejas cámaras contaban con la imagen partida, un círculo en el centro del visor que, si lo que pretendías enfocar se veía difuso, se veía claramente en este círculo, con medio círculo que no encajaba con el otro. Un invento fantástico que no he vuelto a ver en las cámaras modernas.
Huelga decir que enfocar una foto es imprescindible, y antes no disponías de muchas facilidades.
Si, por ejemplo, el ambiente se mostraba oscuro y tu ojo no podía arreglárselas con la imagen partida, no tenías foto. Si el disparo requería de un minusculísimo tiempo para enfocar, te quedabas sin foto. Me recuerda a los de las antiguas cámaras de cine: el cameraman sentado tras la cámara y un joven con una cinta métrica midiendo la distancia entre la cámara y el objeto a enfocar, para después marcarlo, con total seguridad, en la escala del objetivo.
Sí, ahora se marcan las distancias en algunos objetivos, casi de manera anecdótica, pero antes, la distancia en metros y pies venía marcada en una escala en el objetivo, para ayudarte con el enfoque.
Añadir la curiosidad histórica del enfoque. Un invento militar, uno más. Si los de artillería querían saber a qué distancia se encontraba el enemigo para acertar con el cañonazo, dirigían un objetivo óptico hacia ellos y lo enfocaban. Luego miraban en a escala marcada en el objetivo y sabían exactamente la distancia a la que se encontraban.
La elección de una marca
Básicamente, son dos las marcas a nivel mundial las que dictan la actualidad: Nikon y Canon. La competencia entre ambas, para ver cual de las dos despunta sobre la otra, es muy útil para los fotógrafos, porque las marcas no solo se esmeran en ofrecer más propiedades en cada nuevo modelo, sino que además los precios se nivelan.
Cuando eliges una marca, te casas con ella. Por una sencilla razón: los objetivos. Cambiarás la cámara unas cuantas veces en tu vida. Los objetivos en cambio, los tendrás siempre.
Claro que puedes divorciarte de una marca y casarte con la otra. Vendes todo lo que tienes y te lo compras nuevo de otra marca, pero no suele suceder.
Existe otra excepción, que se dio en el pasado. Cuando el motor de enfoque pasó de la cámara al objetivo, hubo cierto problema a este respecto. Me explico. Los primeros objetivos autoenfoque no pesaban lo que pesan ahora. El motor de enfoque se encontraba en la cámara.
Pronto, las cámaras réflex más básicas prescindieron del motor de enfoque. Cada objetivo cuenta con el suyo propio.
Si tienes una réflex normalita, no se te ocurra comprar un objetivo sin motor de enfoque.
Ya te he explicado por qué. Las cámaras de ahora no cuentan con imagen partida, y vas a tener que enfocar a ojo. Claro, si usas un teleobjetivo, con el diafragma muy abierto (la profundidad de campo es más corta) y enfocas a ojo, te la juegas. Por ejemplo, si disparas a al ojo de una modelo un primerísimo plano desde un lateral y pretendes enfocar el iris para que las pestañas que se encuentran antes y después del iris te queden desenfocadas, puedes acabar logrando que el iris te quede desenfocado y la pestaña medio centímetro más allá o más acá te quede perfectamente enfocada. Blups, no corras el riesgo.
Ostras, ¿entonces? Todo tiene solución. Las cámaras réflex profesionales cuentan con motor de enfoque en la cámara. Es una solución que cuesta dinero, ¿qué le vamos a hacer? Si disfrutas de una cámara así, puedes usar un objetivo sin motor de enfoque, pero calcula que otras cámaras que tengas, semi profesionales, no van a poder resolver un enfoque preciso.
Mi viejo objetivo 35-70 mm
Me puse muy contento cuando me hice con mi primera full frame, con motor de enfoque. Me había comprado objetivos de primerísima calidad pero no podía disfrutarlos al máximo con mi anterior cámara semi profesional.
¿Sabes cuando en una película en el cine sucede algo mágico y en el centro de la imagen se enciende y propaga una luz que acaba llenando todo el encuadre? Pues eso sentí. Por la calidad de la imagen. Por fin podía dar lo mismo que daban los grandes (tenía experiencia suficiente, solo me faltaba la cámara).
Y, además, mi viejo objetivo 35-70 mm, uno de los primeros que me compré tras la Zenit y que no dispone de motor de enfoque, volvía a funcionar. Me encanta reencontrarme con el pasado para disfrutarlo en el presente.
La película, siempre es full frame
Con las cámaras digitales, si quieres una calidad parecida a la película de antaño, vas a tener que comprarte una full frame, con el sensor del mismo tamaño que cada fotograma en la película de antaño.
El full frame no es necesario si publicas tus fotos en 72dpi o 144 dpi, en internet. No va darte más calidad.
En cambio, el rango dinámico es mucho mayor. Rango dinámico es la cantidad de luces y sombras que se recogen en el sensor para dártelas en el revelado y que tú puedas elegir el grado de luz en las sombras y en las luces. Ya sabes, si disparas en el interior de una habitación, puede quedarte el interior negro y un resplandor blanco en la ventana. Pero...
Con una cámara réflex de pocos megas, no vas a recoger información. En cambio, con una full frame, la información que captas en cada fotograma, en cada archivo, es mucho mayor y puedes resolver la foto en algo inimaginable para quien ve el primer registro comprimido antes de su revelado.
Con las cámaras analógicas, la película era la misma en todas las cámaras y la calidad de la fotografía no dependía tanto del dinero que hubieras invertido en tu cámara.
Las primeras digitales
Cuando vi esa cosa, las cámaras digitales, me parecieron un juguete para niños pequeños. Me recordó lo que estaba sucediendo con la diferencia de sonido en los CD y los vinilos. La música en los CD sonaba enlatada, plana, fea. El mundo se estaba desmoronando: nos estaban robando, ante nuestras narices, la sublime arrogancia de la música y la belleza cautivadora de una imagen bien resuelta.
Todavía hoy se pretende convencernos de la magia que tiene una imagen imperfecta, sobre todo los que venden móviles como si fueran cámaras.
En primer lugar, la imagen imperfecta de calidad artística es aquella que se va a buscar, no la que obtienes porque no dispones de medios.
En segundo lugar, los móviles puedes ofrecernos fotos encantadoras, por su inmediatez (siempre los llevamos encima), pero distan mucho de alcanzar la perfección de las cámaras. Los móviles sirven para hacer llamadas telefónicas y las cámaras para hacer fotos.
De todos modos, como profesional, vas entendiendo que hacer fotos no es solo para fotógrafos. A todo el mundo le encanta hacer fotos. Insisto, véanse los móviles. Las primeras fotos eran ridículas: sin el menor atisbo de calidad, aun viéndose en el minúsculo espacio de las primeras pantallas.
Hay fotógrafos, muy pocos, que siguen con su analógica, que reniegan de la praxis digital. Pero, cracks, la tecnología digital está alcanzando niveles de gran calidad y, sobre todo, aquello que prometía desde un principio lo está cumpliendo: la fotografía digital es rápida, eficaz, dúctil, tanto para el disparo como para el revelado y la postproducción.
Antes empleabas la Polaroid para ver la foto en el mismo momento de dispararla (más o menos veías la foto) y estudiar qué detalles sobraban en la imagen, para poder corregirlos en el disparo con tu cámara réflex. Ahora corregimos cualquier cosa con Photoshop.
No se te ocurra renegar de la intervención en postproducción. Antes se retocaba. Siempre se ha retocado. Por supuesto que sí. Sucede que tu relación con el laboratorio era imprescindible.
En el laboratorio, o tú mismo si disponías de ampliadora, podías emplear unas cuantas técnicas que ahora se emplean habitualmente con Photoshop.
Sí, el retoque NO es una 'marca digital'; ha existido siempre.
El full frame
Las cámaras digitales semi profesionales cuentan con 18 o 24 megas en el sensor, ok. Pero si el sensor es más grande (hablo del tamaño, no del número de celdas fotosensible o píxeles), aun contando con el mismo número de megas o incluso menos, la calidad de la imagen y la amplitud del rango dinámico son mucho mayores.
Cuando te haces con una cámara full frame, con un sensor de 24x36 mm, después de pasar por la gama media o semi profesional, con el sensor de un tamaño casi a la mitad, tu vida cambia, ha alcanzado el cénit.
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