La mirada exacta, en general
No existe en el arte. Existe si estás buscando una aguja en un pajar. O las llaves en tu casa, que no sabes donde las has puesto. Entonces preparas tu mente para escrutar algo metálico y, si exploras con detalle, das con tu aguja o con tus llaves, tarde o temprano.
Quiero decir, que solo vemos aquello que nos interesa.
En general, los motivos son físicos, fruto de una necesidad mecánica: una aguja para coser, unas llaves para abrir puertas. Las necesidades artísticas son... ¿qué es eso? ¿una "necesidad" artística?
Mira, aquí es donde puedo aceptar el arte conceptual, juntando dos palabras paradójicas: necesidad y arte.
(Podía hablar largamente del debate que suscitó la intención de un mecenas en Colombia de llevar el arte a los niños pobres, pero eso es otra historia).
Si vamos conduciendo, al volante, nos fijamos en aquello que nos permite continuar seguros, atendemos las señales, a los peatones, otros coches. No vemos todo lo que se nos presenta ante los ojos si no es necesario. Podemos apreciar algún elemento ajeno a la conducción, como un perro afgano con el pelo azul, pero no nos detendremos a observar sus detalles. No veremos el cartel luminoso que, al estar agujereado, muestra la cabeza asomada de un gato que mira al perro con envidia.
Ah, si hubiéramos ido paseando cacheándole a la realidad el detalle, claro que lo habríamos visto.
Y tendríamos una foto espectacular, porque la cabeza del gato era amarilla y casaba de perlas con el azul cielo del perro. Por no hablar de la señora con el abrigo rojo. Una locura. Pero no lo hemos visto, porque estábamos conduciendo.
Puedes ir caminando por la ciudad e ir cavilando malabarismos con los invitados para la cena del jueves: que si no es adecuado juntar a esta persona y la otra y, además, aquella otra no puede comer grasa porque tiene el colesterol alto cuando, de pronto, oyes una voz que te increpa:
¡Oye!, ¿qué pasa?
Pues que no la has visto.
¿Ya no saludas?
Te has cruzado con tu amiga (invitada, por cierto a la cena) y como no mirabas lo que tenías delante, no la has visto. "Ejem, estaba mirando hacia adentro, enredado con la cena del jueves".
La mirada exacta del fotógrafo
Es una mirada fácil. Si te entrenas en ir tras algo concreto, darás con ello. Es una mirada hacia afuera, limpia, concisa.
Pero nace en lo más interior, nace en tu mente al mezclar ciencia y emoción, color y forma, perfilas un sueño, una figura onírica, extraña, pero que existe.
Por ejemplo, decides recorrer el Parque del Retiro con la cámara en la mano y te planteas escudriñar las ramas de los árboles desnudas para que la gente vea esqueletos cuando mire tus fotos. Esqueletos de peces continentales, esqueletos de animales prehistóricos, esqueletos de insectos (invertebrados, ya, pero estamos en el mundo onírico donde todo tiene sentido), esqueletos de huellas en el cielo gris...
Como tienes prisa, porque debes ir a buscar las viandas para la cena del jueves, decides caminar rápido, en zigzag, todos los caminos del parque, así, si hay un árbol magnífico, no te lo dejas, lo pillarás, le sacarás la foto y después darás con más árboles, todos con sus ramas perfectamente colocadas para que solo al pasar frente a ellos puedas disparar sin tan solo darles la vuelta, porque esa es otra, ¿quién te dice que si le das la vuelta al árbol no darás con una luz mejor? (espero que no hayas leído esta última frase en voz alta; si es así, respira).
Al final, habrás alcanzado con tu vista unos 2.544 árboles. Pero tu cámara no ha sacado ni una foto.
La Fotografía lenta
O sea, que la mirada exacta no es fácil.
La fotografía, como el yantar y el amar, mejor hacerlo sin prisas.
Deja que nazca dentro y que asome buscando su luz. Quizá la mirada exacta del fotógrafo tiene la forma de una espiral envolvente.
La mirada del fotógrafo permanece estática frente a un entorno proclive y se lanza a buscar los detalles de camino hacia la exactitud generando una espiral hermosa como el filo de un cuchillo rasgando el alma.
La mirada del fotógrafo da la vuelta a cada árbol que le atrae en su excursión para sumergirse en él, para observar los contrastes que produce la luz natural, su figura recortada contra el cielo o la mezcla de sus ramas con las de otros árboles.
Es una mirada analítica.
En cierta manera, es una cuestión de justicia cósmica. Si tú quieres que la gente se asombre con tu foto, necesitarás varias cosas:
- primero, que se detenga frente a ella.
- segundo, que sienta que forma parte de ella, que se sienta dentro de ella.
- tercero, necesitarás que no quiera salir de la foto, que se la lleve puesta dentro.
Al final, la fotografía artística es un acto de comunicación. Ha nacido en las tierras más profundas de tu ser y la has sacado a la luz para que entre en otras personas. Bello, ¿verdad?
Espero no haber sido muy cósmico en la redacción. A veces nos enzarzamos en misticismos y, aunque son acertados, simulan cierto alejamiento de la sensatez. De todos modos, si hablamos de arte, me parece bien.
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