Justo hace un momento, mientras buscaba excitar mi creatividad, leía un artículo en un blog de fotografía que explicaba qué puedes hacer con tu cámara cuando eres víctima del aburrimiento y del hastío. Y a continuación, enumeraba los típicos trucos: que si un macro, un autoretrato, que practiques con flores, que si un bodegón, que si una foto creativa...
Pero eso de que se te ocurran ideas básicas lo puedes hacer tú sin ayuda, ¿verdad? Otra cosa es que te den consejos de cómo fotografiar un bodegón artístico en casa o cómo perseguir un latido.
Ahora bien, tú sabes que si no tienes ganas de hacer nada, necesitas despabilar primero y solo después podrás tomar tu cámara.
No te va a funcionar abrir un artículo donde lees, a secas, que te las ingenies con humo o con agua, sin más, así, y búscate la vida. Para eso, en la Fotografía es mi Pasión tenemos una lista de temas que te va a entusiasmar. Son semillas para que tu creatividad las haga germinar.
Si tú no tienes ganas de nada, no vas a fotografiar más que aquello que sientes: nada.
Y encima, cuando lleves un rato intentándolo, te vas a desesperar y después, encima, vas a creer que no tienes talento.
Cómo excitar la creatividad
Nos creemos que la única manera de ser creativos consiste en esperar un buen momento personal, y que cuando al muso o a la musa se le ocurra asistirnos, seguro que damos con una serie de fotos geniales. Bien, es cierto que a veces la casualidad te toca y tú flotas como una ave mágica en el aire tomando fotos espectaculares. Pero no es la única manera de que te manen las ideas.
Consejos te voy a dar unos cuantos, basados en mi experiencia.
Recuerdo momentos en que iba al súper a comprar cualquier cosa que me llamara la atención. Mis ganas de sacar fotos eran enormes, pero no sabía qué colocar frente a mi cámara. Podían ser una sandía, unas velas, unas calabazas pequeñas, pimientos, cerillas...
Ya en mi casa, me concentraba en lo que hubiera comprado, por ejemplo, la sandía. Antes de abrirla, dejo que me seduzca. Su tacto, su color. La pienso por dentro. Cómo puedo abrirla de una manera diferente. Quizá tenía en mi cabeza el recuerdo impactante de la fotografía de portada del libro del fotógrafo japonés Araki.
Lo ideal en ese momento, claro, habría sido contar con una modelo con el deseo y la actividad sexual exacerbados y, además, con ganas de demostrarlo, pero eso es difícil de conseguir.
No se trata de imitar a los grandes, sino de seguir sus energías creativas.
Métete en un Museo, real o virtual, y empieza a ver-analizar-estudiar la obra de los pintores que admires. ¿Pintores? Por supuesto, ellos construyen sus imágenes bidimensionales desde dentro y tienen mucho que enseñarte a ti, fotógrafo, que tratas de cazar la realidad, también en dos dimensiones. De dónde procede la fuente de luz principal, y las fuentes de luz secundarias, si proceden del interior del encuadre, cómo se componen los elementos...
Se trata de comprender los rasgos esenciales para transformarlos en herramientas que vas a emplear en tus fotos.
Insisto, no vas a imitar lo que ves, pero un detalle que quizá no es el protagonista del sentido principal de la pintura que observas, te puede abrir un montón de posibilidades para aplicarlas en tu obra.
La sandía, la tenía frente a mí. Yo vi en la sandía de Araki, como creo que ha hecho todo el mundo, una alegoría del sexo femenino, así que traté de emularla. Pensé en el sexo femenino y que no sería difícil darle forma a la sandía con un cuchillo.
Después, el juego del fotógrafo se fundamenta en cómo ilumina la escena.
Así que decidí tomar unas velas que me habían vuelto loco un día antes.
Ahora continúo con la sandía. Te voy a revelar antes un descubrimiento con la iluminación de las velas que engrosó mi acerbo de secretos personales. El día anterior había comprado unas calabazas y las iluminé con las velas en una sala oscura. La única fuente de iluminación era la que provenía de esas seis grandes velas juntas. Pretendía que el foco de luz fuera uno solo, como en algunos de los bodegones clásicos del Museo del Prado, por eso junté las velas.
El efecto era lúgubre, por la intensidad de la luz, pero cálido por su tono.
Sin embargo, una y otra vez, las fotos me quedaban desenfocadas o movidas, sobre todo en los contornos. Como la exposición era muy larga, 30 segundos, pensé que pisar las crujientes lamas de madera del suelo movería la mesa sobra la que coloqué las calabazas. Así que disparé de nuevo sin moverme. Pero seguían desenfocadas. O movidas. ¿Se te ocurre el motivo?
Nada se movía. No se movía la cámara, lógicamente la había colocado sobre un trípode. No se movía el suelo. Tampoco se movían los objetos fotografiados.
¡Era la fuente luz! El movimiento provenía de la luz flameante de las velas. El trepidar de las llamas hacía que las sombras que definían los contornos de los objetos quedaran difusos.
La sandía y el pensamiento lateral
El pensamiento lateral consiste en juntar dos objetos en apariencia discrepantes, dispares, antagónicos. Un bocadillo de sardinas y chocolate. Una silla con forma de libro. Una piedra y un monedero...
Chema Madoz es un genio pensando primero la foto, lateralmente y, al mismo tiempo, paralelamente. Me explico. Si el pensamiento lateral pretende sorprender juntando objetos dispares e irreconciliables, como una sardina y chocolate o como juntar un pez y una col, Chema Madoz va más allá: busca un paralelismo entre los objetos que parecen confrontados de manera obtusa.
Es decir, los concilia en una existencia en apariencia genial, los casa, los une en un matrimonio exótico.
La sandía podía juntarla yo con algo casual, de mi entorno. Poco antes me había quedado absorto mirando la cera derretida en la base de las velas. El secreto de la creatividad proviene del estudio de las pequeñas cosas. Las personas mecánicas que te vean observar la cera o una botella o una caracola durante minutos y minutos, dándole vueltas, mirando por dejajo, desde arriba, mirando adentro, pensarán que estás como una chota, pero eso te tiene que importar poco.
Las velas habían dejado una extravagante huella blanca, muy parecida a los efluvios del placer masculino. Así que junté la cera blanca y los jugos de la sandía.
foto portada ©xiscofuster
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