foto portada ©xisco fuster
Todo el mundo viaja
Hoy más que nunca, fotografiar cosas especiales lo hace todo el mundo. Es decir, programas un viaje a las cataratas del Niágara, por ejemplo, y crees que vas a hacer unas fotos maravillosas en tu viaje.
Has mirado los pronósticos del tiempo, has pensado en el clima, has calculado las horas de luz. Te vas a dejar caer y a ver qué pasa.
Si vas como "viajero con tu cámara", es decir, me voy de viaje y cojo mi cámara, a lo mejor consigues alguna buena foto, como todo el mundo.
Ahora bien, otra cosa muy diferente es ir como "fotógrafo". Por ejemplo, el otro día estaba pensando en ir al Salar de Uyuni, en Bolivia. Así que investigué.
Primero, debes ir entre marzo y mayo, que es cuando ha cesado la temporada de lluvias y el agua se queda en la superficie del salar reflejando el cielo de una manera espectacular.
Ya estaba dependiendo del clima. Si organizara el viaje unos meses antes de mi llegada al salar y compro mi billete, no sabré el día exacto en que dejará de llover. Además, cuando haya dejado de llover, necesitaré que el cielo se marque unas nubecillas, para poder reflejar algo atractivo en el suelo. Tampoco podía preverlo.
El agua permanece en el suelo con una capa de unos centímetros (puedes caminar sobre ella) gracias a la costra de sal que no permite que el agua se filtre bajo tierra.
Para asegurarme una buena sesión, ya que vas, necesitaría permanecer ahí, como mínimo, una semana, y cruzar los dedos. O quedarme dos semanas.
Alternativas del proyecto
No vas a quedarte con una idea, claro. Investigué para ver qué otros motivos podrían haber por ahí para fotografiar. Y los encontré.
La isla Icahuasi es un reducto de cactus enormes en medio del salar.
No pretendo sacar tanto fotografía paisajística, como habrás creído desde el principio. El salar y sus reflejos, sí, son un paisaje muy especial. Pero, además, los cactus son plantas que me han impresionado por sus virtudes: no los puedes tocar, se erigen como edificios, un símbolo fálico y guerrero y al mismo tiempo sugieren quietud, serenidad, inmovilidad, calor... Son tantas las "turgencias" que rodean al cactus que podría pasarme un día entero (o varios) dándoles vueltas con mi cámara.
Esta foto pertenece a un tronco en una playa. Podría ser cualquier playa. La foto es lo que es. Encontré la foto por casualidad en una playa del Caribe colombiano mientras hacía fotos a una modelo desnuda. Mirar hacia adentro, sentir los detalles, es de lo que hablo. Podía estar trabajando la Fotografía de la modelo en mi cabeza o disparando, pero apareció eso y me ofreció un respiro. El día anterior había estado en otra playa, solo, paseando con mi cámara, buscando constelaciones en la arena. Ya sabes, una obra de arte es el resultado de una obsesión.
Otra alternativa del salar es visitar el cementerio de trenes olvidados.
Se trata de unas locomotoras absolutamente oxidadas y desvencijadas en medio del desierto. Aquí me detuve a pensar que el objeto a ser fotografiado está bien, pero necesitaba dos cosas más para no ser un visitante más sacando una foto a un tren oxidado.
Primero, una luz especial. Quizá podría ir cuando llueve, para crear una atmósfera adecuada. O sacarlos al anochecer jugando con los reflejos del sol cercano al horizonte. O de noche, pero de eso hablo más adelante. Una segunda idea consiste en buscar un elemento externo que complemente las locomotoras, como una modelo (para ser muy evidente) o un cubo de plástico rojo (por decir algo inusual).
Fotografía nocturna
Si miras fotos en google del Salar de Uyuni de noche, notarás cómo el lugar es perfecto para fotografiar el firmamento. Puedes tratar incluso de captar la vía láctea reflejada en el salar. ¿Lo imaginas?
Primero es necesario imaginar. Segundo, programar bien el viaje. Y tercero, retar a la suerte para que no te la juegue.
Ya digo, ve quince días y empápate de sal.
Absorbe la esencia del lugar que se muestra esplendoroso por una temporada corta del año. Y, por supuesto, aléjate de las rutas turísticas. ¿Difícil? No tanto, pero necesitarás dinero para pagarte un guía.
Hasta ahora he hablado de un proyecto al que llevo dándole vueltas hace meses pero que investigué ayer mismo. Es decir, te he hablado de algunas prenmisas para preparar un viaje. Y sigo.
La fotografía es enemiga de los amigos
Si te vas al Salar de Uyuni con tus amigos o con tu amante, no vas a sacar fotos. Tus preferencias serán las personas que te acompañan. Tu trabajo quedará relegado y... Si inviertes unos 2.000 euros en un conjunto de sesiones espectaculares y quieres resultados, tienes dos opciones: o conviertes a tus amigos en fieles ayudantes (repito, fieles) o vas a arrepentirte de haber ido acompañado hasta que tengas la posibilidad de regresar al mismo destino, sin compañía.
Sobre mi experiencia como fotógrafo viajero
Aquí te cuento mis caídas y mis aciertos. Son muchas y muchos. A ver qué recuerdo...
Tanzania
En Tanzania, saqué muy pocas fotos porque mi misión, tras visitar la que fue capital, Dar es-Salam, consistía en dirigirme a Kigoma, a orillas del lago Tanganika, para recoger el testimonio de un hermano de la caridad belga especialmente trabajador y con el material recogido escribir después un libro. Permanecí en el país quince días.
Visité incluso el centro de refugiados congoleños de Nyarugusu, el más grande del mundo.
En Tanzania, apenas pude entrevistar al objetivo de mi viaje, a pesar de haber sido invitado por él. Y tú dirás, ah, qué bien, pudiste sacar fotos. Pues no. Sacar fotos, repito, no es estar por ahí, sacar la cámara de la bolsa y disparar a lo que ves.
Sacar fotos es programar lo que deseas, sobre todo en tu cabeza.
Si en tu cabeza se están pergeñando argumentos, preguntas, dudas y estrategias para lograr un testimonio, lo último en lo que piensas es en el trabajo de fotografía. Puedes hacer dos cosas, pero ninguna de ellas acabará con un resultado genial.
Roma
A Roma fui con mi amante. Lo pasamos muy bien juntos. Pero no salió más que una foto, como testimonio de que estuve ahí.
Nueva York
Disponía de unas horas para hacer fotos. Nueva York era una escala en otro de mis viajes personales que programé para poder ir a la zona cero y disparar a los edificios. También quería pisar y fotografiar el emblemático Puente de Brooklyn.
Se trataba de una sesión de un par de horas. Al atardecer. Todo programado. Excepto el cielo, claro, eso fue difícil. Se me presentó cubierto y blanco.
Me colgué la bolsa y caminé por las calles de Manhattan medio desiertas por el frío intenso, que yo no sentí en ningún momento.
El suelo estaba helado; llegabas a patinar en algunas aceras.
La gran ventaja de la fotografía moderna es el rango dinámico y las posibilidades de intervención de la foto en post producción. Ya lo he dicho varias veces: puedes poner un mono en la punta del Empire Estate o puedes dedicarte a crear una realidad creíble con tus retoques. Quiero decir, que los edificios no brillaban tanto, por la podredumbre de la luz. Si yo les sacaba brillo en postproducción, no le estoy mintiendo a nadie.
Cartagena de Indias
Permanecí en la ciudad un mes. Me dediqué a otros proyectos no relacionados con la Fotografía, pero sí disponía de tiempo para empaparme de la ciudad, para recorrer sus calles una y otra vez. Hablo de las calles del centro histórico.
Colores vivos, plantas floridas, calor, calor, calor, el cielo azul...
También quise ir a Palenque, comunidad de afrodescendientes, y sacar un reportaje no solo de fotos sino también periodístico, pero no lo conseguí.
Desierto de la Tatacoa en Colombia
Reconozco que en este caso no preparé nada. Me dejé sorprender por alguien que conocía mi gusto por estímulos sublimes. En el desierto tropical había dos ambientes, uno de tierra roja y otro de tierra gris. Dos días sacando fotos sin hacer otra cosa, acampados ahí mismo. Una maravilla.
Me concentré en las líneas que ofrecían los canalillos en la tierra. Un ejercicio de composición, líneas y colores.
La Guajira en Colombia
Un viaje preparado para ir tras los flamencos rosas. Alquilamos una barca que se impulsaba con un palo y una vela verde hecha de saco de plástico, para no asustar a las aves.
¿Cuál fue el problema? Que no había ni la mitad de la mitad de a mitad de los 3000 flamencos rosas que nos habían prometido. Además, el grupo de flamencos se nos presentó a contraluz. Si queríamos dar la vuelta, el tiempo que nos llevaría darla era tan grande que el sol habría desaparecido y los flamencos podrían despazarse.
Así que fue un día no tan aprovechado, pero nunca perdido. Las experiencias de "haber estado ahí" a veces son inolvidables. Por la noche, recuerdo estar bebiendo un vaso de ron añejo sentado en una hamaca junto a mis amigos, solos, en una playa de arena blanca kilométrica y el cielo estrellado sobre nosotros.
Conclusión para el fotógrafo viajero
La Fotografía refleja el mundo en el que vivimos. Ya hemos hablado varias veces de la falta de estímulos a la hora de fotografiar tu ciudad y que, cuando te vas a otra ciudad, enseguida descubres mil y un motivos para fotografiar. La Fotografía refleja lo que vemos, pero también puede reflejar cómo lo sentimos, cómo lo vivimos.
Nuestra visión personal de una manzana puede hacer que logremos una foto única. Y mira que hay millones de manzanas y personas con una cámara fotografiándolas, pero podemos hacer algo único.
El secreto está en fotografiar lo que sentimos, lo que soñamos. Si aprendes a viajar a esos mundos, que son como tu ciudad y pertenecen al secreto que todos queremos descubrir en los objetos, andarás por el buen camino.
Gracias por compartir un poco de esas experiencias vividas como fotógrafo viajero.
Para mí es un placer, Armando. Por ahora, no viajo (uno debe llenarse de oxígeno, de dinero, quiero decir, para seguir viajando) y no sabes cómo deseo embarcarme de nuevo en un avión. Siempre digo que he estado en tres continentes, en Europa, América y África. ¡No he estado en Asia! Y eso es un tema pendiente que no se va a demorar mucho…