Cómo capturar el arcoíris y otros asuntos que dependen de la suerte
Cuando llueve, en general, tendemos a dejar la cámara bien guardadita en casa para que no se moje. Lo curioso es que nosotros mismos evitamos la lluvia como si en vez de gotas de agua fuera ácido lo que está cayendo del cielo.
Ahora que todo el mundo fotografía de todo en todos lados, todavía queda la oportunidad de ser original en aspectos básicos como captar un fenómeno tan curioso como de extraña aparición: el arcoíris.
No te desesperes. No va a ser este un artículo que solo habla de la belleza de los colores en el cielo. Vamos a llegar un poco más lejos.
Como ya he comentado en otras ocasiones, el fotógrafo eficiente es aquel que aprende a prevenir desafíos. No solo cuando anda por la calle, da con media foto y persigue la otra mitad. Es decir, tú ves un dogo inmenso de color blanco paseando con su dueña y lo persigues hasta que ves tu objeto de deseo junto a un reclamo irresistible, como por ejemplo que el gran perro se sube a un coche minúsculo o que se pone a jugar con un chihuahua de color negro.
Las fotos únicas se van a buscar.
El arcoíris también. Claro que es complicado. Primero tiene que llover y segundo el sol debe acercarse al horizonte para que los rayos horizontales de luz traspasen la trayectoria vertical de las gotas de agua (es curiosa nuestra mente; hace dos días me contaban la historia del gato disecado colgado en una pared de la casa del pintor Joan Miró. El gato se había quedado encerrado en la casa en verano y cuando Miró regresó tras dos meses ausente se lo encontró muerto. Sobrepuesto al dolor de perder a un ser querido por no darse cuenta de que el gato tomó la decisión de regresar a la casa, tomó por la cola al gato tieso y lo colgó en la pared como si fuera uno de sus cuadros; después dijo: "lo he encontrado horizontal y ahora se quedará vertical para siempre".)
¿De qué estaba hablando? Sí, de la génesis del arcoíris en el cielo, un acto de amor entre la luz horizontal y el agua suspendida en el cielo. Pues bien, si sabes cuales son las necesidades del arcoíris, vas a tener que estar al tanto cada vez que veas un arcoíris cerca de tu casa. Estudia las nubes, estudia el cielo, estudia la cantidad de agua que cae...
Así estarás preparado para fotografiar el arcoíris.
Por supuesto, hazlo sobre todo cuando la luz del sol se muestre entre la lluvia y pueda atravesar el agua. Parece una obviedad, pero es importante tenerla en cuenta.
Si te fijas en la foto de la portada de este artículo, el arcoíris no es arco, pero sí iris. La saqué ayer mismo. Me encontraba a orillas del Mediterráneo, en pleno solsticio de invierno viendo la puesta e sol, cuando hablando con unos amigos vi cómo las olas rompían a escasos metros de la orilla. Las olas se deslizaban en la sombra debido al muelle en el que nos encontrábamos, pero al alzar su rizo para romperse en espuma, se arremolinaba una nube de micro gotas que sí eran atravesadas por el sol, produciendo esa maravilla colorida.
No fue nada fácil cazar este efecto óptico. Primero porque la cadencia de las olas era inconstante. El mar se encontraba tranquilo y las olas se formaban al llegar a la orilla. Algunas olas se abrían, otras no pasaban de ser una onda tendida sin espuma. Aprendí en pocos minutos la caótica cadencia de las olas, qué ondas acabarían abriéndose en olas y cuales no. Busqué la posición más adecuada para colocar la cámara sobre el trípode. No disponía de mucho tiempo, porque el sol caía hacia el horizonte rápidamente y la sombra del muelle pronto alcanzaría la parte alta de las olas y, lógicamente, a las microgotas, con lo que el efecto óptico desaparecería.
Quiero decir con ello, que el momento único aparece, pero tú debes sortear los inconvenientes. Es decir, no es un arcoiris cabalgando en una ola que dura un instante y hala qué bonito pero no me ha dado tiempo de fotografiarlo.
El buen fotógrafo hace lo posible para esperar la sorpresa.
Disparé unas cinco fotos y en dos logré cazar los colores sobre la ola.
Y el arcoíris
Algo parecido me sucedió en Bogotá. Sus arcoíris al atardecer son extremadamente coloridos y bellos, intensos, bien dibujados. La primera vez que vi ese arcoiris no tenía la cámara en mis manos. Me di cuenta, sin embargo, que si se ponía a llover al atardecer, en multitud de ocasiones, el sol se colaba bajo las nubes. Evidente, dirás. Sí, pero prevenir este suceso hizo que cada vez que salía el arcoíris, yo estaba preparado con mi cámara para capturarlo. Y, además, me situaba en un lugar cada vez diferente y previamente elegido.
De casualidad, nada.
A veces no disparaba foto alguna, claro, pero mis posibilidades de capturar en una fotografía un arcoíris con mi cámara réflex eran las mismas que las de todos aquellos que caminan por las calles y desenfundan su móvil para disparar una foto casual.
Este es el primer artículo del año, así que, aunque leas esto en mayo, nunca olvides que la suerte depende de ti. Siempre he dicho que si la buena suerte fuera lluvia, la diferencia entre el tonto y el sabio dependería de su actitud. El tonto se lamentará de que nunca llueve sobre los campos en los que ha sembrado sus deseos. El sabio verá nubes negras a lo lejos y situará sus anhelos bajo ellas. Nunca podrás dominar la suerte para someterla a tu entera voluntad, pero estarás más cerca de ella.
La buena suerte se persigue. Y las buenas fotos, también.
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