Foto portada ©xisco fuster
Dos tipos de luz
Este es un resumen que aúna tus deseos y los diferentes modos de retratarlos. Vas a descubrir cómo organizarte para sacar tus fotos y, de paso, cómo lograr mejores resultados gracias a al poder de centrarte en desarrollar tu talento antes de irte al lado contrario de tu cerebro para emplearlo en las técnicas.
Hace dos días hablaba con un artista que pinta, diseña, fotografía, enseña y aprende cada día. No digo su nombre para poder hablar sobre él sin comprometer a nadie. De más de sesenta, mantiene una relación con una mujer con la mitad de su edad. Me pregunté qué vería esa joven en el hombre desgarbado y voluminoso. Así que indagué quien era ese hombre.
Me contaba el artista X (vamos a llamarle así) que solo trabajaba en lo que le gustaba, que si se metía en un proyecto y no se entendía bien con los que se lo habían encargado, porque se ponían nerviosos o le metían prisa, el hombre lo dejaba estar y se dedicaba a otra cosa.
En esta foto no se han empleado fuentes de luz artificiales.
Lo primero que se me ocurió preguntarle es: ¿y de qué vives si mandas a la mierda los trabajos con los que no estás a gusto?
Hago muchas cosas, me respondió. Además, el hombre trabaja para un grupo de arquitectos.
También sabemos que si uno se pone en este plan de artista súper guay cuando empieza, cuando es joven, puedes dar por clausurada tu carrera como artista. O por lo menos, la demoras hasta que cambias tu manera de ser.
Primero, asegúrate una entrada de dinero constante que te mantenga.
Después, con este plan de artista intratable que te acabo de describir, la gente no solo hablará mucho de ti, sino que además querrán contratarte y querrán que no seas barato. (Esto que acabas de leer parece una ilusión, pero si eres de verdad bueno, es absolutamente cierto).
Ñum, estaba hablando de simplificarse la vida cuando trabajas. Me contaba el artista X que había sacado unas fotos a unos platos de comida de autor, de esos platos tan lindos que parecen obras de arte y casi te da pena comértelos porque metértelos en la boca es una manera de asistir a la desintegración demasiado rápida de la belleza. La masticas, la belleza, con tus molares, la mezclas con saliva, la engulles, la digieres, la transformas en heces y la explusas sin ni tan solo mirarla.
Hizo las fotos en el restaurante, de día, y sin flash.
El artista X se las apañó para estudiar la luz en el lugar de la sesión, determinar cual era la intensidad justa para que la calidad de la imagen resultara perfecta.
Empleó un reflector usando un mantel blanco. Fue un problema, me contaba el artista X, porque al no ser una superficie rígida, la manera de reflejar la luz era más difícil de dirigir, así que busqué la luz del sol directa para que se reflejara en el mantel.
O sea, pensé yo, aquí tenemos a otro ejemplar de hombre que va más allá de la técnica reconocida. Utilizó una intensidad de luz fuerte para asegurarse un reflejo adecuado.
Quiero decir con "técnica reconocida" el disponer de flashes con sus escalas de intensidad perfectamente medibles, ya sabes, que si a toda potencia, que si a media potencia, que si dejamos que la cámara y el flash midan las intensidades a su gusto con el TTL... Y otra cosa muy diferente es tomar la luz con tus manos. La luz está en el aire, la tomas con tus manos y la filtras o la reflejas para domarla.
La luz es como un animal salvaje que puedes generar a tu gusto en un estudio o puedes dar con ella en la selva y domarla para hacerla tuya.
En esta foto no se han empleado fuentes de luz artificiales.
Siempre dispones de las dos alternativas
Sacar fotos en tu estudio es una manera saludable de replicar lo que te ofrece la Naturaleza. Pero antes, necesitas comprender la luz natural, cómo funciona, cómo se refleja, cuál es su intensidad en interiores, como las percibimos todas.
Por ejemplo, si necesitas fotografiar un cóctel, puedes hacer dos cosas:
- sacar una foto en el bar, sobre la barra o una mesa, con la luz natural del bar, tratando de limar la belleza de la luz ambiente.
- sacar una foto en el estudio con la luz exacta de los flashes gracias a las cuales se aprecia la sal del cóctel Margarita o la textura de la rodaja de limón cortada como una mariposa en un Manhattan.
En el primer caso, persigues que cuando alguien vea la foto y después acuda al bar y vea su cóctel delante, sienta el confort de comprobar que no le han engañado. Todo coincide. Eso es bueno, porque nos gusta.
En el segundo caso, no interviene la verdad de las luces. Quiero decir que el cliente sabrá perfectamente que las luces de la foto son irreales (no le engañas), pero sí que puede enfadarse si en el Dry Martini de la foto la aceituna era sencilla y la del bar está rellena de pimiento. Lo que atrae de estas luces de estudio es su espectacularidad, imposible en el natural ambiente del bar. Es, digámoslo así, un mensaje artístico de la belleza que la percepción del observador interpretará como hermosa.
En fin, que tú como fotógrafo, decides el cariz que debe tomar la fotografía.
Desde luego, conseguir el éxito en tu estudio dependerá de ir probando esquemas de luz, colocando los flashes más arriba o más abajo, aquí o allá. El éxito en el bar, dependerá de que no solo de que sepas embutir de belleza en unas luces que, en general, no son propicias para la Fotografía, sino sobre todo que el registro quede con la calidad adecuada (si disparas con poca luz y un alto ISO, la calidad se rompe en un efervescente ruido electrónico).
Las fotos en tu estudio
En el estudio, repito, vas a tratar de imitar las luces naturales. Luego, jugarás a romper su "rutina", su normalidad, su manera de ser natural.
Vas a jugar para darles la vuelta. Por ejemplo, colocas una botella de vino sobre un plastico rígido traslúcido por debajo y por detrás de la botella. Es un plástico que no transparenta sombras de objetos que se sitúen tras él pero deja pasar la luz intensa a través de él.
La luz clave, como trata de imitar lo natural, la vas a colocar frente a la botella y un poco más arriba.
¿"lo natural", ¿por qué natural?
Sencillo, nos gusta lo que imita la Naturaleza. ¿Dónde colocas las lámparas en tu casa, dónde las sitúan en los bares, en los supermercados, en los aeropuertos, en todos lados? Arriba. O en las paredes, por encima de nuestros ojos. Porque nuestro cuerpo está diseñado para recibir la luz desde arriba (el sol) y ahí es donde nos gusta verla.
Esta caracola se ha iluminado con una bombilla casera de 200 W.
Si colocas las luces en el suelo, son molestas. Recuerdo un edificio en el que residí un tiempo que, al atravesar el jardín para ir del garaje a la casa, atravesaba un pasillo con luces halógenas empotradas en el suelo. De noche, necesitaba caminar colocando mis manos a modo de pantalla protectora para no deslumbrarme.
De todos modos, que una luz no sea natural no quiere decir que debamos eliminar la posibilidad de utilizarla.
En el estudio, sobre la mesa, podemos dar un toque de luz a la botella de vino desde abajo (luz nadir) para realzar un detalle de la etiqueta, por ejemplo.
Si la luz de abajo es la luz clave, es decir, la luz principal, ya nos estamos arriesgando demasiado. Para una persona, por ejemplo, solo tenemos que recordar esas películas en las que se reúne un grupo de niños en una acampada para contarse historias de terror. ¿Donde se coloca la linterna el personaje más efectivo? Bajo su barbilla. Así ofrece una imagen inversa a la realidad usual, aquella que conocemos, la que otorga el sol, aquella que nos conforta.
La fotografía publicitaria necesita un estudio con su profusión de flashes. Porque la gente que consume la publicidad ya ha aceptado que lo que ve es una exageración de la realidad.
La publicidad hermosea.
En el estudio puedes dedicarte a buscar el impacto por encima de la belleza natural, que no posee una atracción más lánguida.
Un momento, un momento, me dirás, esto que acabas de decir es absurdo: defiendes lo natural por encima de todo y ahora dices que no atrae.
La publicidad es un grito, la explosión de un cohete, una sorpresa. Lo natural es aquello que nos tranquiliza, nos satisface, sabemos que está ahí y nos encanta.
Son dos cosas diferentes. No digo que una sea mejor que otra.
Las fotos fuera de tu estudio
Las fotos evidentes: paisajes, street photography, viajes y... ¿arquitectura?
La Arquitectura de exteriores, de día, no se puede iluminar artificialmente, a menos que dispongas de capital suficiente para hacerte con focos de gran potencia y grúas que los sostengan.
La Arquitectura de interiores puede precisar de flashes. O no. Si me sigues en este blog de Fotografía, recordarás que me resisto siempre al uso de las fuentes de luz artificiales. Ahora sucede lo mismo.
Te explicaré por qué los flashes son PREScindibles en arquitectura de interiores.
Primero, mi misión como fotógrafo pasa por reflejar el ambiente que el arquitecto ha creado en una instancia. El arquitecto ha colocado las ventanas (las fuentes de luz naturales) en determinados puntos. Les ha dado un tamaño que, si bien vendrá determinado por otros factores, también se incluye la cantidad de luz que entra a través de ellas. Las ventanas (o fuentes de luz) dispondrán de cortinas o persianas que difuminarán la luz que pasa a través de ellas.
En un interior, en una sala, vas a sacar la foto con el tiempo de exposición que necesites in preocuparte de que sean menor a 1/60 s, es decir, no vas a correr el riesgo de que la foto te salga movida, porque vas a colocar la cámara sobre un trípode, y los muebles no se mueven. Podrás disparar con una fiafragma alto, f22, para obtener una mayor profundidad de campo.
Tu misión como fotógrafo no pasa entonces por iluminar la sala para que se vea mejor de lo que es. Con tus flashes, tergiversarías enteramente el ambiente de la sala. Así que aquí, tampoco recomiendo el uso de flashes.
Esta foto se ha iluminado con la luz de siete velas juntas (cuidado, la llama debe permanecer inmóvil).
El estudio transportado
Siguiendo con el ejemplo del bar, pon que decides hacer fotos al personal tras la barra y además, incluyes en la sesión fotografiar los cócteles, todo en el mismo bar.
Es una cuestión práctica.
Las fotos de los cócteles las quieres iluminadas con dos flashes y no quieres que las luces naturales del interior del bar te molesten con sus tonos amarillos y sombras inesperadas (aunque probablemente las mates con tus flashes). Pero tú necesitas que cada coctel mantenga el frío adecuado para que se refleje en la copa, el hielo intacto, la mezcla perfecta, la misma manera de presentarlo que en le bar. Por ello, te irá mejor disparar en el bar.
Sí, existen cubitos falsos, de plástico, existen difusores de agua, existen muchos métodos artificiales para recrear la naturaleza de un cóctel recién servido. La pregunta es: ¿para qué voy a complicarme así la vida? Si tienes presupuesto, pues te lo gastas. Y si puedes pagar a ayudantes, pues que te lo dejen todo perfecto, como ordenas.
Pero seamos realistas, eso solo pasa en contadas ocasiones.
Una caja de luz te solventará el problema. Dos flashes de mano serán suficientes. Y se acabaron los problemas.
Te contaré una chapucilla. A mí se me olvidó un día la caja de luz. Así que tomé la tela blanca que había usado de fondo con los camareros para emplearla también como fondo con los cócteles. La enganché en la pared y la tendí sobre una mesa. Asunto arreglado... A medias.
Después, me vi obligado a arreglar algunos desaguisados en postproducción, como eliminar la mancha marrón que produjo el primer cóctel al derramarse una gota. También me vi obligado a corregir la temperatura de color, porque, tal como te he avanzado antes, la luz amarilla del bar teñía de este color la sombra de los cócteles.
Esta foto se ha iluminado con la luz de una ventana en un día nublado (luz difusa) y una lámpara de 200 W para crear las sombras sobre la mesa.
O sea, que tal y como me contaba el artista X, si uno sabe manejar la luz y disparar sabiendo hasta donde puede corregir después, te vas a convertir en maestro de la luz, con lo que vas a poder manejarte mejor sin la necesidad de atarte a flashes con sus pantallas y sus trípodes.
Un último consejo
No vayas por ahí de artista con según qué empresas. Te contaré algo que aprendí de un viejo restaurador de pinturas en Colombia.
Le encargaron restaurar un fresco en una pared de diez metros de ancho. Presupuestó un precio correcto. Después me dijo: "Puedo hacer ese trabajo en un día intenso de trabajo, pero voy a tener que estar tres o cuatro días. Además iré con bata blanca y me la ensuciaré de arriba abajo. Si les hago el trabajo en un día, sin despeinarme, me dirán que soy muy caro o creerán que les estoy estafando."
Hay que trabajar bien y cobrar lo que toca, eso lo sabemos todos. Pero ya ves, también es imprescindible que los que te contraten sepan valorar tu trabajo.
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